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¿Creer Menos en la Discapacidad?

jueves, 11 de agosto de 2011

¿Creer Menos en la Discapacidad?
Aemeraz


Después de tanto tiempo (empecé como canción) de no escribir para este blog, aquí estoy de nuevo. He tenido muchas actividades, aunque jamás he dejado de escribir; de crear nuevos proyectos y continuar con los que ya tenía. Tras esta justificación no pedida, creo, hoy escribo un artículo que va directamente relacionado con mi cuestión laboral. Desde hace algunos meses me encuentro como trabajador de DIF Estatal de Durango, Coordinando la Comisión de Discapacidad (para resumir el nombre). He descubierto muchísimo con respecto al mundo de las personas con discapacidad, más de lo que yo imaginaba que existía.

Para este artículo he utilizado un título fuerte, sin duda; incluso un tanto agresivo para cualquiera que defienda los derechos de las personas con discapacidad. Sin embargo, el texto está basado en una frase que leí, escrita por Enrique Varela, persona con baja visión, originario de España, que admiro y respeto por su trabajo diario. La frase en cuestión es la siguiente: “Cada día creo menos en la DIS capacidad… cada día creo más en la fuerza de la gente”.

Enrique Varela Couceiro mencionaba también que cada día creía menos en las organizaciones que orquestan a la discapacidad, siendo que en España existe una de las instituciones más importantes en este rubro a nivel mundial, la Organización Nacional de Ciegos de España (ONCE). Este punto lo dejo a un lado, ya que no es menester herir susceptibilidades, mucho menos en un país tan dependiente del gobierno como México.

¿Por qué, entonces, creer menos en la discapacidad y más en la fuerza de la gente? La sociedad en la que actualmente vivimos está caracterizada por excluir, quizá involuntariamente, aquello que es diferente. Se crean programas especiales para adultos mayores, niños maltratados, personas con discapacidad, grupos indígenas, además de un largo etcétera que depende de la asistencia social. Cuando esto ocurre, el mensaje subliminal es muy claro y me recuerda un video del grupo humorístico Les Luthiers, en el que el presentador afirma: “Nosotros consideramos que la mujer tiene que estar informada y ocupar su lugar junto al hombre, con los mismos derechos… como si fueran iguales”. Así pues, con las acciones que se dan en nuestro país, el discurso sería: “Aceptamos a estos grupos en la sociedad normal, como si fueran parte de ella”. Tómese esto con calma, simplemente estoy dando una perspectiva algo extremista de lo que se vive en la actualidad.

Me alegró en demasía la noticia de 17 estudiantes con discapacidad que egresaron de la Universidad Tecnológica de Santa Catarina, Nuevo León; al mismo tiempo me preguntaba: ¿llegaremos al día en que no nos asombre que una persona con discapacidad, por ejemplo, concluya una carrera?, ¿llegaremos al día en que no nos asombre, por ejemplo, que un velocista sudafricano con discapacidad participe en un Campeonato Mundial de Atletismo para personas regulares?, ¿llegaremos al día en que veamos al bastón blanco, a las muletas, a las prótesis, a la silla de ruedas… como accesorios de la vida diaria y no como señal de límites, problemas y obstáculos?

Lo común es llamar a las personas con discapacidad como “el colectivo más vulnerable de la sociedad”. Es por ello que muchas organizaciones de personas con discapacidad, a nivel nacional, exigen que se les apoye con alimentos, recursos económicos, becas… cuando está comprobado que ninguna organización representará por completo las necesidades de cada uno de sus agremiados. De la misma manera que no podemos definir las necesidades de todos los rubios al conocer el punto de vista de algunos de ellos, tampoco podemos afirmar que todas las personas con discapacidad requieren lo mismo. Si bien es cierto que en algunos casos la discapacidad está relacionada con el bajo nivel económico, parafraseo a un hombre que admiro, Luis Carlos, asegurando que una despensa o una beca jamás van a solucionar una vida.

Hoy requerimos que más personas con discapacidad salgan a la calle, pero no para manifestarse en reclamos ante la autoridad, sino para vivir. La DIS capacidad es sólo una imagen que nosotros proyectamos hacia los demás; decía la Madre Teresa de Calcuta: “Haz que, en vez de lástima, te tengan respeto”, y esto sólo se logrará si nosotros mismos nos aceptamos como iguales. No todas las personas con discapacidad son superhéroes; tampoco todas las personas con discapacidad son objeto de lástima. Cada individuo, así como sucede con rubios, morenos o castaños, tiene necesidades, sueños y metas personales.

En lo personal, si me hubiera quedado sólo con lo que “normalmente” hace un ciego, jamás hubiera realizado muchas cosas; no hubiera jugado fútbol con compañeros normovisuales sin un balón con cascabeles; no hubiera vivido lejos de mi familia por algunos lapsos; no hubiera aprendido a manejar una computadora; no hubiera practicado deportes como patinaje en hielo, Rapel, escalada o gotcha; no hubiera concluido una licenciatura, escrito un libro ni iniciado una maestría. Lo anterior sólo significa una cosa: seguí el ejemplo adecuado, el que tengo en casa; seguí el consejo de mi hermana, también con discapacidad visual, quien siempre dijo que cualquier sueño es posible de alcanzar.

Admiro a aquellas personas que no se han quedado sin aspiraciones por el hecho de tener impedimentos físicos; admiro a seres de éxito como Abril Denisse Meraz, mujer de baja visión que se conduce firme hacia sus metas; Héctor Méndez, hombre Puertorriqueño con discapacidad motriz de nacimiento, quien da testimonio de la asistencia tecnológica; Rosa Chacón, quien cree en historias de amor porque ella es parte de una; Jonathan Chacón, español que muchos hemos tomado como ejemplo para adentrarnos en el mundo de la tecnología; Susana Roldán y Fernando García, amigos y duranguenses comprometidos; Karla Guerrero, madre visionaria y que lucha por un mundo mejor siendo ciega; Ernesto Blanco, mexicano de actitud, valentía y fortaleza; Isabel Del Castillo, mujer soñadora, inteligente y con valor humano. Admiro y quiero en el mundo gente como ellos, que dependen de sí mismos, sin temor ante los oleajes de la vida; admiro y quiero en el mundo a seres que creen en la fuerza del espíritu más que en los límites del cuerpo; admiro también a aquellos que, sin tener una discapacidad, nos ven 100% como iguales y comparten con nosotros su vida, de distintas maneras. Admiro a aquellos quienes proponen, con respecto a la discapacidad, acciones de educación, tecnología y cultura social, porque es esto lo que significa igualdad de condiciones.

Por todo lo anterior es que, al igual que Enrique Varela y miles de personas en todo el mundo, “cada día creo menos en la DIS capacidad… y cada día creo más en la fuerza de la gente”.

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